domingo, 17 de febrero de 2013

EL RENACUAJO Y LA ORUGA


En un bosque tropical, de un lejano país, tenían su hogar, un pequeño renacuajo pardo y una oruga gorda de colores brillantes.
El renacuajo, vivía feliz en un charco muy grande, que se formaba en el suelo, al caer la lluvia; y ella vivía sobre una planta de hojas tiernas, de las que hacia deliciosas ensaladas, y se alimentaba todo el día de ellas.
En el lugar, vivían miles de pájaros, que hacían sus nidos en lo alto de las ramas, y ofrecían conciertos gratuitos para quien los quisiera escuchar por las mañanas.
De los troncos gruesos de los árboles, colgaban orquídeas, flores muy bellas, de colores y formas exuberantes, que saludaban a su paso a cuanto habitante pasaba por ahí, y perfumaban con sus aromas el camino.
En ese bosque, todos trabajaban, cada quien tenía asignada una tarea para que todo funcionara de maravilla. Así, para que cada especie de árbol frutícola, pudiera ofrecer sus frutos, las avispas, las mariposas, y otros insectos, se encargaban de llevar en sus patitas, el polen, que recolectaban en cada flor donde se detenían, y pasarlo a la siguiente que fueran, para que se llevara a cabo la polinización, proceso que sirve para que la flor se pueda convertir después en fruto y los utilizaran como desayuno o comida los habitantes del bosque tropical.
El renacuajo en cuestión, se llamaba Rigoberto, de cariño su mamá, le llamaba Rigo, era un tanto simple: de color negro, una gran cabeza y una larga cola, siempre en constante movimiento. La oruga se llamaba Nidia. Era una preciosa oruga, cilíndrica, de rayas blancas negras y amarillas, que iban como anillos alrededor de su brillante cuerpo. Tenía en su cabeza dos antenas largas, que cuando se reía, se movían de arriba hacia abajo. Siempre estaba comiendo hojitas, muchas hojitas.
Rigo y Nidia, asistían a la misma escuela, en un claro de la selva tropical. En el recreo, mientras el renacuajo nadaba, dentro del cáliz de una gran flor, en la que se juntaba el agua de las lluvias, Nidia se paseaba con su paraguas morado, por el borde de la flor, platicando de sus sueños a Rigo.
La oruga le contaba al renacuajo, que a ella le gustaría tener alas como las hadas del bosque, y volar muy, muy alto, que sus alas fueran como un hermoso vestido de colores, y que mientras tomara néctar de las flores, el Sol, acariciara su espalda.
Rigoberto también le platicaba sus sueños a ella, le decía, que el quería ser un príncipe, y tener por esposa a una bella dama, y, que aunque él tenía un aspecto desagradable, en su interior algo le decía que cambiaría y se le concedería ser un apuesto caballero.
Así platicaban, todos los días…..y el tiempo fue pasando rápidamente.
De repente, un día, Nidia, le dijo a Rigoberto que estaba muy cansada, y que la disculpara, pero que tenía demasiado sueño. Que necesitaba dormir, casi con los ojos cerrados, se despidió de su amigo y se fue a su rama de hojitas tiernas. Se enredó en una cobijita de color verde claro a la que amarró de la rama fuertemente para que no se cayera y se quedó dormida durante varios días.
Mientras, cuando nadaba en su estanque, a Rigo, le sucedió algo que lo espantó: ¡¡¡¡se le cayó su cola!!!
Asustado, buscó a su madre, para preguntarle que era lo que estaba sucediendo, y le dijera el porque, tanto a Nidia como a él, les estaban pasando cosas terribles!!, pues su amiguita, ya llevaba varios días dormida, envuelta en su cobijita verde, a la que el Sol, empezaba a despintar, y ya no salía a jugar con él.
La madre de Rigoberto, una rana verde, se sentó en el borde del estanque y pacientemente le explicó a Rigoberto: -lo que les pasa a ustedes, se llama “metamorfosis”, es un proceso natural, que a ciertos animales les sucede cuando dejan de ser pequeños y pasan a la edad adulta. En ese proceso, tu cuerpo de renacuajo, pierde la cola y verás que muy pronto, te saldrán patas e irás transformando tu aspecto hasta formarse el cuerpo de un apuesto sapo, como tu padre y cambiarás las branquias con que respiras en el agua, por pulmones, para respirar aire, y solo entrarás al agua a nadar o comer, no para vivir como lo hacías anteriormente. Ahora podrás dar saltos sobre la tierra y las piedras del estanque, y comerás cosas diferentes, como hormigas, y termitas. Tu amiga Nidia, también sufrirá una metamorfosis. Cuando despierte de su largo sueño, ya no será más una oruga que coma hojas tiernas todo el día y se pasee por el borde de una sola flor. Casi al final de su sueño, su “cobijita verde”, como tu la llamas, lo que en realidad se llama capullo, será transparente, por eso dices que el Sol lo está despintando, pero no es el Sol, así debe ser el proceso, y tu, podrás observar ahí a Nidia, aunque ella no te verá a ti, porque aún estará dormida, ocupada en su transformación. Cuando sea el tiempo justo, ella empezará a romper su capullo para poder salir. Primero, sacará las antenas, y las patas, después el resto del cuerpo, que se colgará hacia abajo en una ramita, para secar sus aún húmedas alas, y cuando se hayan secado y endurecido lo suficiente para estar fuertes, y poder volar, las extenderá y serán unas alas preciosas, color naranja, con venas negras y algunas manchas blancas, que adornarán con su belleza el bosque, cuando vaya de flor en flor, tomando néctar para saciar su sed.
Rigoberto escuchaba atónito, pero con mucha atención, las enseñanzas de su madre.
Después de unos días, al renacuajo, como le dijo la rana, su madre, le salieron las patas y los ojos le quedaron saltones y muy contento se iba a jugar, brincando de piedra en piedra en el charco.
Una mañana de mucho Sol, cual sería su sorpresa, cuando vió emerger del capullo a su amiga, convertida ahora en una hermosa mariposa Monarca.
Cuando Nidia después de unas horas, pudo extender sus alas, voló un poco por el lugar y regresó, y Rigo, la saludó, con su voz ronca de sapo, la mariposa, se asustó, pero Rigo, riendo le dijo que era él, convertido ahora en un apuesto sapo, y le explicó lo de la metamorfosis, y le dijo que ella lucía hermosa con sus nuevas alas, como era su sueño. Y se fueron charlando por el bosque, Rigoberto brincando de piedra en piedra, y Nidia volando de flor en flor.
Nidia estaba feliz, de ya no comer solo hojitas tiernas, sino que ahora tomaba el dulce néctar de muchas flores de colores como las Zinnias.
Y así, pasaba el tiempo, y seguían siendo buenos amigos y platicándose sus sueños mutuamente.
Pasó el tiempo, y Rigoberto, no se convirtió en príncipe del estanque, pero sí en el sapo más simpático, sobre todo por su sencillez y su alegría, y todas las noches se juntaba con sus amigos para llevar serenata a las ranas más bellas del charco.
Nidia, con el tiempo, emigró y en otro país, se casó y tuvo descendencia, y cada Primavera, cuando llegaba de nuevo al bosque tropical, iba al estanque, a visitar a su amigo Rigoberto, y juntos se contaban lo transcurrido en la vida de cada uno, durante el tiempo que dejaban de verse.

FIN

Claudia Alhelí Castillo
17-02-13

LA HORMIGA Y EL OSO HORMIGUERO

Sobre la tierra, en la hoja seca de un árbol de maple, se encontraba sentada una vieja hormiga roja, que hacía tiempo había sido Reina de un hormiguero.
Era una hormiga alegre, que daba consejos y compartía su sabiduría con la comunidad de su hormiguero, y con algunos otros animalitos del bosque.
Cuando joven, su color era rojo intenso, como el fuego, ó los granates, más los años vividos, el Sol y la lluvia, habían decolorado su intenso matiz, pero no así el color de su valeroso corazón, infatigable en las batallas en que había luchado por defender su hormiguero y su trono.
Clarita, era el nombre de la hormiga, y tenía una de sus dos antenas partida a la mitad, y cuando alguien le preguntaba que le había sucedido, modestamente contestaba –es solo un mal recuerdo, nada más- y volteaba su cabeza y su mirada hacia el cielo como recordando algo importante, y siempre sonreía.
Ella nunca quiso decir lo sucedido con la antena, más algún indiscreto, contaba que una vez, un oso hormiguero, había atacado a su comunidad, y se había comido a varias hormigas obreras, y para defender su casa, de inmediato, se enfrentó Clarita al encuentro con el oso, que tenía la trompa en la entrada del hormiguero, lista para comerse a todas las hormigas que entraran o salieran, atrapándolas con su viscosa lengua.
Clarita, como era la reina, era mucho más grande y fuerte que todas las demás, valientemente se encaramó en la trompa del oso y le mordió fuertemente y cuando el oso sintió el terrible dolor de la mordida, retiró la trompa y la sacudió con sus fuertes patas, aventando a todas las hormigas, incluyendo a la reina, y la pobre llevó la peor parte, pues cayó sobre su antena y esta, no resistió partiéndose a la mitad.
Más el gran oso hormiguero, entendió la lección de no acercarse a ese hormiguero por la valentía de su reina y sus habitantes y se retiró del lugar y nunca más volvió por ahí.
La hormiga, era muy modesta y nunca quiso hablar de eso, para no aparecer como heroína de la historia. Prefería no decir nada, pues después de todo, podría haber alguien que no creyera que ella había ganado la batalla al gran oso hormiguero. Por eso, solo recordaba y cuando miraba al cielo, es que daba gracias a Dios por no haber sido comida porla lengua del oso.

Pero el tiempo pasó, y ahora ya vieja y cansada, estaba disfrutando de la vida, contemplando atardeceres y dando consejos a las hormigas más jóvenes.
Junto a ella, todas las tardes se sentaba un grillo muy joven, escuchando los relatos de viejos tiempos de la hormiga, se encontraba sentado sobre una piedra, y bajo la sombra de un gran pino, que al pasar el aire entre sus ramas, pareciera que silbaba bellas melodías. Las agujas u hojas del gran pino, habían sido curiosamente arregladas y acomodadas a la entrada del gran hormiguero, esto, con la finalidad de proteger la entrada de su guarida del frío y otras inclemencias del tiempo, pues su nido en realidad, estaba más abajo, porque siempre son subterráneos.
Joselito, el grillo, aún no aprendía a mover sus alitas, y dejar salir bellas notas musicales por las noches, por lo cual, sus padres, mientras llegaba el día en que aprendiera, le habían regalado un hermoso violín, adecuado al tamaño del grillito, para que compusiera algunas canciones, de las cuales ya llevaba varias.
La hormiga, le contaba al grillo, que las hormigas son parientas de las abejas y las avispas. Y Joselito, abría grandemente sus ojos y mandíbulas, demostrando su sorpresa.
Después el preguntaba a la hormiga Clarita, que como sabía cada hormiga, lo que debía hacer dentro del hormiguero, y Clarita, con mucha paciencia le explicó lo siguiente:
Mira hijo –le dijo con dulce voz- en el hormiguero debe existir mucha disciplina, pues si no, esto sería un caos tremendo.
Todo empieza cuando a algunas hormigas escogidas para ser reinas, les salen alas, así como a los machos que se aparearán con ellas en el vuelo nupcial.
Después del apareamiento, el macho debe morir, y a la hormiga, se le caen las alas y debe inmediatamente buscar un sitio adecuado para formar su nido, en que ella será la nueva reina.
Al principio de su reinado, los huevecillos que pone, le sirven para alimentarse, pues aún no tiene súbditos que hagan el trabajo de alimentarla. Rápidamente, pasa el tiempo y nace una que otra hormiga pequeña, y cuando ya hay varias y la Reina decide que ya la pueden alimentar ellas solas, decide poner huevecillos más grandes para que se formen larvas y por consiguiente hormigas de mayor tamaño y fuerza, para el trabajo rudo del hormiguero, pero nunca sin igualar el tamaño al de la reina.
Dentro del hormiguero –continuó Clarita- existen lo que llamamos “castas”, las cuales, desde que son pequeñas las hormigas ya se sabrá a que casta será dirigida, pues de acuerdo a la alimentación que reciba cada hormiga, es la casta a la que pertenecerá. Algunas durante toda su vida, solo cuidan de las larvas, otras defienden el hormiguero de ataques de animales, otras se encargan de alimentar y tener saludable a la hormiga Reina, para que produzca más huevecillos y la población del hormiguero crezca.
En cada hormiguero, -dijo Clarita al grillo- llegamos a vivir de 100 a 400,000 hormigas y solamente una reina, aunque hay ocasiones en que hay dos ó más reinas.
Sabes pequeño, -le dijo la sabia hormiga- nuestros orígenes datan desde hace más de cien millones de años. Formidable ¿no?
Y el grillito cada vez estaba más asombrado con lo que le contaba Clarita.
Grillito, ya casi es hora de comer, te quedarás a comer con nosotras? –le preguntó Clarita a Joselito-
y…… dígame Clarita, que es lo que ustedes comen? –preguntó el grillito para saber si le agradaría la comida o se iba para su casa-.
Pues somos carnívoras, y acompañamos nuestras comidas con jugos vegetales, sabia de las plantas y líquidos dulces que los proveen los pulgones.
Yo he visto que también llevan hojas a su hormiguero…-exclamó el grillo- yo las he visto pasar con las hojas sobre la espalda, y mucho más grandes que la hormiga que las lleva cargando.
Tienes razón –dijo la hormiga- también acarreamos hojas verdes, pero no las comemos, son especiales para que después que se descompongan, se formen hongos, entre ellas, los cuales nos sirven de alimento, sobre todo en el Invierno, cuando escaseo la comida.
Gracias, pero creo que me iré a casa, prefiero el menú que mi madre me ofrece cada día – dijo el grillito-.
Tomó su violín, y muy contento con lo aprendido ese día en casa de Clarita la hormiga, se fue tarareando una canción, al ir dando saltos rumbo a su casa.

Claudia Alhelí CasTILLO
17-02-13